jueves, 4 de septiembre de 2014

El plomero de mi adolescencia




Me acuerdo que cuando era chico viviamos en una casa por Flores, cuando todavía habian casas posta.
Mi viejo se había ido de viaje por laburo, no iba a estar por dos semanas.
Y tuvimos la mala (o buena) suerte de que se rompió la pileta de la cocina. Mi madre llamo a un vecino que hacía arreglos en casas. Un hombre muy masculino, fuerte que en el fondo de su patio tenia unas pesas y aparatos para hacer gym. Yo solía mirarlo por la ventana mientras este señor entrenaba. A veces su esposa le llevaba mate. Cuando estaba solo, entrenaba en calzoncillos y esos momentos eran gloriosos porque yo me tocaba la pija mientras duraba su entrenamiento.
Ese día llegó a casa a arreglar la pileta y armó todo el aparataje. Mi madre le dio indicaciones y le dijo: Si necesitás algo, pedile a Mati que te ayude.
Y yo lo ayudé... de la pileta empezó a salir agua como loco y no sabiamos donde estaba la llave de paso. El señor empapado, se sacó la camisa de grafa y se cago de risa. Pendejo estas empapado, cambiate o tu vieja me mata, me dijo.
Yo me saque la ropa delante de él y le dije: Vos también estás empapado, tu esposa se va a enojar si te enfermas.
Me guiñó un ojo y se saco los pantalones. Se quedó en un slip blanco que, mojado, estaba transparente.
Se dio cuenta de mi erección y me miro el bulto. Me dijo: Pibe, me ayudas?
Y yo lo ayudé.
Después de eso, me invitó a entrenar un par de veces en su casa. Pero entrenamos en el garage cuando su esposa no estaba.


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