jueves, 18 de septiembre de 2014

MAÑANA CON PREMIO

Como es habitual, esta mañana pasé por la Shell de Gral. Paz frente a Tecnópolis. Fui directo
al baño y me puse a mear. Había un tipo en los lavabos, alto, gringote, cara de macho pero a
la vez tierno que se lavaba las manos y miraba por el espejo hacia donde yo estaba parado.
Bastaron un par de miradas y se acercó a los mingitorios y peló una herramienta muy importante.
Nos acercamos y comenzamos a tocarnos mutuamente. La verga era impresionante, rosadita,
gruesa, imposible de tragar según mis cálculos. Estábamos en ese momento de placer único que
consiste en acariciarse mutuamente y mirarse a los ojos, cuando entró el tipo de la limpieza,
así que rápidamente enfundamos y emprendimos la retirada. Yo me encaminé a mi auto en el
estacionamiento, y él me siguió unos pasos más atrás. Le hice una seña para que subiera y nos
saludamos formalmente, nos conocimos las voces y los nombres. Me contó que tenía 15 minutos
libres y me invitó a que lo acompañe, señalando un micro estacionado justo detrás de la estación
de servicio. Me contó que era chofer de una empresa privada y que venía de dejar gente en la
fábrica, que el micro estaba vacío y que le encantaría que terminemos lo que habíamos empezado
en el baño. Yo dudé medio segundo, y accedí. Nos encaminamos hacia el micro y una vez adentro
fuimos hacia el fondo. El iba cerrando las cortinas a su paso. Cabe decir que tanto él como el micro
estaban impecables. Nos bajamos los pantalones y empezamos a franelear parados apoyándonos
en los asientos. Hermoso hombre, rubión, velludo, bien armado, pero fundamentalmente bien
macho, y bien normal. Nada más excitante para mí que un tipo normal, laburante, masculino y
súper calentón. Me contó que es casado pero que desde siempre tiene historias con tipos porque
no puede resistirse al encanto de la energía de dos machos acariciándose, cosa que comparto
plenamente. Nos chupamos las pijas mutuamente, nos tocamos por todos lados y cuando me
anunció que estaba cerca, lo hice acabar pajeándolo con la derecha y metiéndole un dedo en el
orto con la izquierda mientras nos comíamos las bocas. Soltó unos chorros hermosos de leche
que volaron al piso del pasillo del micro. Me ayudó a acabar agachándose y tragándose mi verga
mientras me metía una mano por debajo de los huevos y me tocaba el orto. Cuando estaba a
punto le avisé, entonces se corrió de costado y me pajeó hasta que yo también acabé como bestia.
Nos cagamos de risa de la situación, fue hasta adelante y trajo un trapo y desodorante para limpiar
el enchastre. Nos despedimos con un abrazo agradeciéndonos mutuamente. Una historia cien por
ciento real, común, de esta mañana. Una historia de las que me gustan, dos varones disfrutándose
sin vueltas.

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